África asombra al enamorado de la naturaleza, le sumerge a uno en otras épocas, le lleva a los tiempos mágicos en que nacieron nuestros espíritus: una Europa cubierta de inmensas praderas por las que discurren ríos de bisontes, caballos salvajes, ciervos, renos; una Europa en la que se escucha todavía el barrito del mamut y el canto de la manada de lobos, bajo un cielo cubierto por las escuadras de gansos, las grullas y los patos salvajes.
Todo, esto, a escala tropical, son los grandes parques de África. Pasar allí unos días es como volver a nuestro propio pasado, es como agarrarse desesperadamente al cuerpo de una madre que agoniza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario